Procedo de una larga estirpe de perdedores, desde Sócrates (o antes) hasta César Vallejo (y después). A todos ellos los distingue que no han vendido el alma por un plato de lentejas y que han sabido mantener los principios íntegros hasta la tumba. Nunca he sabido qué responder cuando me preguntan a qué me dedico. Desde niño he conocido muchas actividades apasionantes: astronauta, medico, escritor, psicólogo, músico, fotógrafo, futbolista, astrónomo, paleoantropólogo, actor, etólogo, arqueólogo, periodista... Pero me dijeron que tenía que elegir sólo una de estas maravillas, de estas posibilidades que despertaban mi apetito emocional e intelectual. Como si me hubieran enseñado todos los juguetes de la tienda y luego me dijeran que sólo podía llevarme uno, y que era el único juguete para toda la vida, cantidad de tiempo que ya sospechaba yo que presentaba abundantes oportunidades de aburrirse hasta las lágrimas. Medio lo intenté, fracasando. Me trataba de concentrar en una cosa y hacía doce más. Estudiaba geología y psicología con una carrera de medicina, rasgueaba la guitarra, voceaba algunos versos, hacía mis pininos en la fotografía y pintaba al óleo el retrato (inconcluso para siempre) de la por entonces dueña de mis noches, estudio medicina, psicología y derecho pero tomo materias sueltas de mi gusto temporal mientras hago música. Así acabé siendo aprendiz de todo y oficial de nada. He hecho muchas cosas y las he disfrutado, desde aprender algo de magia y escribir un libro hasta tocar en una banda y que las personas me digan doctor por andar en el hospital con bata. Unas pocas nunca pude intentarlas y veo poco probable que lo haga, como la astronáutica o la arqueología. Otras están en la lista de pendientes todavía. En varias mi falta de habilidades, talento o capacidad es notoria y las abandoné. Hoy continuo escribiendo algunos libros, poemas y canciones, tomo fotografías, hago pequeño periodismo introspectivo de divulgación científica, hago análisis político y promuevo el pensamiento crítico y la educación cuestionadora. Mañana quién sabe qué haré. Nunca fui como se suponía que debía ser. Nunca maduré al nivel de esta sociedad. Nunca me "llegó el momento" de sentar cabeza en este juego de la vida, Nunca me tragué el orgullo y bajé los ojos. Nunca anduve al ritmo que me marcaban. Nunca dejé el rock, nunca me convencieron de que me callara, nunca acepté opiniones sin pruebas sólidas. Nunca exploté a nadie, nunca evangelicé, nunca abusé de nadie, nunca busqué que lloraran las mujeres que me han querido, nunca dañé a nadie voluntariamente (legítima defensa aparte). En resumen, no tengo problemas de conciencia, que a mi edad ya es decir. Tengo pocos bienes, entre ellos mis conocimientos y mis principios. Quizá no son tan pocos. Nunca temí volver a empezar y lo he hecho muchas veces. No descarto volver a hacerlo varias veces más. No pienso envejecer con elegancia ni gracia, pretendo resistirme como enseñó Dylan Thomas (do not go gentle into that good night). Sé que vivir es resistir, y así lo hago, supongo que no tan mal porque aquí sigo.
Cred. Mauricio Schwarz
No reviews yet. Be the first to add a review.